miércoles, 21 de octubre de 2015

Conversión

El Papa Francisco en el sínodo de los obispos que se está celebrando en Roma ha afirmado que hay que convertir al Papado lo que quiere decir que el Papa independientemente de la persona tiene que perder el poder absoluto que desde hace siglos ostenta y que aún sigue ostentando. No es sólo un estilo de vida parecido al que él está plasmando cada día en su quehacer como Papa sino que hay que conseguir descentralizar a la Iglesia como en los primeros 1000 años en los que el obispo de Roma no se atrevía a llamarse Papa, era un hermano más entre todos los obispos del mundo entonces conocido. Eran los sínodos regionales los que tomaban las decisiones de forma fraterna de una forma consensuada y para el bien de todos los que pertenecían a esa iglesia local. Sólo en casos excepcionales se acudía al obispo de Roma para que dictaminara o buscara una solución en consenso con el sínodo regional. El obispo de Roma no tenía más poder y menos un poder absoluto como el que tiene ahora respecto al resto de obispos. El hecho de haber creado sínodos de obispos de todo el mundo, o conferencias episcopales de cada nación o estado donde la iglesia católica está presente a partir del Vaticano II no es suficiente descentralización, se mira siempre hacia Roma y la última palabra siempre la tiene el Papa como jefe supremo de la Iglesia. Hay que rebajar y mucho el poder del Papa ya que actualmente es como un monarca absoluto con más poder que cualquier jefe de Estado o rey con derecho a gobernar sobre sus súbditos. El Vaticano quedaría como la catedral de la diócesis de Roma con los problemas propios de cualquier diócesis que entre todos los obispos de la zona intentarían llevar a cabo una labor pastoral apropiada para la capital de Italia. De esa forma cada circunspección eclesiástica formaría una iglesia local que se regiría por los principios evangélicos intentando resolver las situaciones y problemas que surgieran, sin que ningún obispo de la zona mandara más que el resto de obispos y haciendo hincapié en la honestidad, evitando la riqueza y optando por las personas y familias más necesitadas, si privilegios como los que tiene la Iglesia ahora. Cambiar la forma de proceder de la Iglesia después de tantos siglos en los que ha predominado el poder y la autoridad soberana de Papa de Roma, no va a resultar nada fácil, encontrará oposición dentro de la misma Iglesia pero sería una confirmación ante el mundo de que el evangelio de Jesús sigue en pleno vigor.

miércoles, 7 de octubre de 2015

Ya ha pasado

La semana pasada, la primera de octubre 2015, me pilló un resfriado bastante fuerte que de alguna manera lo puedo dar por superado. No tuve fiebre y algo de tos seca, con pocos esputos, que intenté resolver durante el fin de semana en especial el sábado que me quedé en la cama hasta la hora de comer con el fin de que el resfriado que tiene que seguir su propia evolución se pudiera atajar lo antes posible. La ventaja de un sábado es que Mª del Carmen va en transporte a Margarita Retuerto por lo que es más fácil para Mª Eugenia bajarla debido a
que no tiene necesidad de llevarla con la silla de ruedas, por otra parte tuvo tiempo de ir a la compra para la comida del sábado y el domingo. Por la tarde me encargué yo de recogerla, de estar en casa con ella hasta la cena para acostarla luego sin ayuda de nadie. A la hora de ir a la cama no me encontraba demasiado bien, la acosté pronto y de seguido me acosté yo en la cama de la habitación azul para evitar un posible contagio. Mientras cada seis o siete horas tomaba parecetamol con el fin de parar cuanto antes el resfriado, el domingo me levanté a la hora que llegó la cuidadora a las ocho y media, no bajé a la calle durante todo el día, no me encontré demasiado bien, el resfriado seguía su curso con la fatalidad de que el sábado Ligia, la cuidadora del domingo para darle la cena se rompió el metatarso de un pie, sin que Asispa me lo notificara, el servicio se retrasó una hora, a la ocho llegó al sustituta sin demasiada experiencia, eso hizo que retirara la cena sustituyéndola por un bol de leche con galletas, yo tampoco cené, Mª del Carmen llegó a las cinco y media, estuvo dos horas y media sentada en la butaca del salón, se le entumecieron las piernas, tuvimos muchas dificultades para ponerla de pie con el fin de llevarla al baño, sus piernas no respondían con el peligro de que se cayera, cambiarla para ponerle el pijama, sentarla en la habitación por la dificultad de trasladarla a la cocina para que pudiera cenar con más comodidad, por suerte se fue despejando un poco, así conseguimos que anduviera un rato antes de acostarla. El miedo  pasó cuando estuvo tumbada en la cama cogiendo pronto el sueño, la noche la pasó tranquila, por suerte yo me encontraba mejor, decidí dormir a su lado con el fin de controlar su sueño. Así pasé el fin de semana, el lunes me levanté a la misma hora que llegó la cuidadora para levantar a Mª del Carmen, se podría decir que el resfriado empezaba a estar superado hasta hoy que escribo sobre ello.